El detonante para la
independencia de Brasil es, al igual que para la América española, la invasión
de la Península Ibérica por parte de las tropas de Napoleón. Los franceses
capitaneados por Jean Andoche Junot (Bussy-le-Grand, Francia, 1771-Montbard, Francia,
1813) entrarán en territorio portugués en octubre de 1807, con el objetivo es
aislar por mar a su eterna enemiga, Inglaterra.
Ante estos hechos, los
británicos ofrecerán protección a la familia real portuguesa y a su extensa
corte para abandonar el país en dirección a Brasil. Encabezada por el regente
Juan (Lisboa, Portugal, 1767-Lisboa, Portugal, 1826) y su esposa la infanta
Carlota Joaquina de Borbón, hija de Carlos IV, la expedición transportará a más
de 10.000 personas. La corte se instalará en un principio en Salvador de Bahía
donde llegará en enero de 1808, para establecerse definitivamente en Río de
Janeiro.
Desde 1808, y vistas las
ventajas de gobernar desde este rincón del mundo, el príncipe regente elevará
el principado de Brasil a categoría de reino, conformando el Reino
Unido de Portugal, Brasil y los Algarves.
Este ascenso a categoría de
reino que impulsa Juan iguala en derechos a la colonia y a la metrópoli.
Coincide con el fallecimiento de la reina María I (Lisboa, Portugal, 1734-Río
de Janeiro, Brasil, 1816), incapacitada mentalmente para gobernar desde hacía
años, y su sucesión en Juan VI.
Juan VI, aprovechando la
prosperidad económica y la relativa tranquilidad interna, planea la expansión
de Brasil hasta anexionarse la Banda Oriental, creando la Provincia Cisplatina
en 1817, pese a la combativa oposición de José Gervasio Artigas.
La mecha de la independencia
había prendido también en Brasil. El levantamiento más importante será el de
Pernambuco de 1817 que aúna al descontento, los problemas económicos y sociales
de la población frente a la prosperidad de que goza la corte en Río, en un
momento en el que la reactivación mundial de la economía hunde los precios
brasileños. Los insurrectos persiguen la instauración de una república, pero el
movimiento se acaba con la represión y la ejecución de los cabecillas.
Pacificada ya la Península
Ibérica, en Portugal crece el descontento por la permanencia de Juan VI en Río
de Janeiro. Las protestas se canalizan a través de las propuestas de un
liberalismo constitucionalista al estilo español, llegando a pronunciarse un
grupo de militares en Oporto en agosto de 1820, como lo había hecho unos meses
antes en España el teniente coronel Rafael del Riego.
Portugal padece los
descalabros de la apertura y la libertad del comercio decretada para la flota
británica bajo la regencia de un general inglés. La culpa se achaca a la
desatención de Juan VI en beneficio de sus intereses brasileños. Obligado por
los acontecimientos y contra su voluntad, el rey regresará a Lisboa en 1821,
donde aceptará la futura constitución que elaborarían las Cortes en Portugal.
Consciente del clima liberal e
independentista que invade la excolonia, el rey Juan deja en Brasil a su hijo
Pedro (Queluz, Portugal, 1798-Queluz, Portugal, 1834), y le recomienda que
encabece los posibles movimientos emancipadores que surjan para asegurarse la
permanencia de la dinastía Braganza al frente de Brasil.
Las Cortes de Lisboa con una
escasa representación brasileña, pese a la igualdad jurídica de ambos
territorios, son el escenario donde se debate la permanencia de Brasil como
reino o su vuelta al estatus de colonia anterior a 1808. En tierras brasileñas
se produce una división entre los que quieren mantener el sistema actual, con
una autonomía que tanto había favorecido sus negocios, entre ellos la trata de
esclavos; y los liberales radicales, partidarios de un régimen republicano.
En Portugal, la mayoría,
partidaria de la supresión de la autonomía, exige la vuelta a Lisboa del
príncipe Pedro. Los grupos de poder brasileños son conscientes de lo que
supondría el regreso a sus orígenes como colonia. El príncipe Pedro se niega a
viajar a Portugal el 9 de enero de 1822, y el 7 de septiembre declara la
independencia. En diciembre, es coronado como Pedro I, emperador de Brasil.
Ante la lejanía física,
Portugal se ve incapaz de atajar esta sublevación. El territorio independizado
adoptará la forma de imperio bajo un gobierno liberal. Inglaterra no tardará en
reconocer a la nueva nación (1825), a cambio de sustanciosas mejoras en sus ya
ventajosas relaciones comerciales. Portugal seguirá los pasos de Inglaterra,
alentada por ésta y por la generosa indemnización que recibirán del nuevo
imperio.
En 1831, Pedro volvió a
Portugal para recuperar el trono que le había usurpado su hermano Miguel
(Lisboa, Portugal, 1802-Karlsruhe, Alemania, 1866) a la muerte de Juan VI y
entregarlo a su hija María (Río de Janeiro, Brasil, 1819-Lisboa, Portugal,
1853). Y en el trono brasileño le sucedió su hijo Pedro II (Río de Janeiro,
Brasil, 1825-París, Francia, 1891).