miércoles, 18 de febrero de 2015

Independencia de Brasil


El detonante para la independencia de Brasil es, al igual que para la América española, la invasión de la Península Ibérica por parte de las tropas de Napoleón. Los franceses capitaneados por Jean Andoche Junot (Bussy-le-Grand, Francia, 1771-Montbard, Francia, 1813) entrarán en territorio portugués en octubre de 1807, con el objetivo es aislar por mar a su eterna enemiga, Inglaterra.


Ante estos hechos, los británicos ofrecerán protección a la familia real portuguesa y a su extensa corte para abandonar el país en dirección a Brasil. Encabezada por el regente Juan (Lisboa, Portugal, 1767-Lisboa, Portugal, 1826) y su esposa la infanta Carlota Joaquina de Borbón, hija de Carlos IV, la expedición transportará a más de 10.000 personas. La corte se instalará en un principio en Salvador de Bahía donde llegará en enero de 1808, para establecerse definitivamente en Río de Janeiro.
Desde 1808, y vistas las ventajas de gobernar desde este rincón del mundo, el príncipe regente elevará el principado de Brasil a categoría de reino, conformando el Reino Unido de Portugal, Brasil y los Algarves.

Este ascenso a categoría de reino que impulsa Juan iguala en derechos a la colonia y a la metrópoli. Coincide con el fallecimiento de la reina María I (Lisboa, Portugal, 1734-Río de Janeiro, Brasil, 1816), incapacitada mentalmente para gobernar desde hacía años, y su sucesión en Juan VI.

Juan VI, aprovechando la prosperidad económica y la relativa tranquilidad interna, planea la expansión de Brasil hasta anexionarse la Banda Oriental, creando la Provincia Cisplatina en 1817, pese a la combativa oposición de José Gervasio Artigas.

La mecha de la independencia había prendido también en Brasil. El levantamiento más importante será el de Pernambuco de 1817 que aúna al descontento, los problemas económicos y sociales de la población frente a la prosperidad de que goza la corte en Río, en un momento en el que la reactivación mundial de la economía hunde los precios brasileños. Los insurrectos persiguen la instauración de una república, pero el movimiento se acaba con la represión y la ejecución de los cabecillas.

Pacificada ya la Península Ibérica, en Portugal crece el descontento por la permanencia de Juan VI en Río de Janeiro. Las protestas se canalizan a través de las propuestas de un liberalismo constitucionalista al estilo español, llegando a pronunciarse un grupo de militares en Oporto en agosto de 1820, como lo había hecho unos meses antes en España el teniente coronel Rafael del Riego.

Portugal padece los descalabros de la apertura y la libertad del comercio decretada para la flota británica bajo la regencia de un general inglés. La culpa se achaca a la desatención de Juan VI en beneficio de sus intereses brasileños. Obligado por los acontecimientos y contra su voluntad, el rey regresará a Lisboa en 1821, donde aceptará la futura constitución que elaborarían las Cortes en Portugal.

Consciente del clima liberal e independentista que invade la excolonia, el rey Juan deja en Brasil a su hijo Pedro (Queluz, Portugal, 1798-Queluz, Portugal, 1834), y le recomienda que encabece los posibles movimientos emancipadores que surjan para asegurarse la permanencia de la dinastía Braganza al frente de Brasil.

Las Cortes de Lisboa con una escasa representación brasileña, pese a la igualdad jurídica de ambos territorios, son el escenario donde se debate la permanencia de Brasil como reino o su vuelta al estatus de colonia anterior a 1808. En tierras brasileñas se produce una división entre los que quieren mantener el sistema actual, con una autonomía que tanto había favorecido sus negocios, entre ellos la trata de esclavos; y los liberales radicales, partidarios de un régimen republicano.

En Portugal, la mayoría, partidaria de la supresión de la autonomía, exige la vuelta a Lisboa del príncipe Pedro. Los grupos de poder brasileños son conscientes de lo que supondría el regreso a sus orígenes como colonia. El príncipe Pedro se niega a viajar a Portugal el 9 de enero de 1822, y el 7 de septiembre declara la independencia. En diciembre, es coronado como Pedro I, emperador de Brasil.

Ante la lejanía física, Portugal se ve incapaz de atajar esta sublevación. El territorio independizado adoptará la forma de imperio bajo un gobierno liberal. Inglaterra no tardará en reconocer a la nueva nación (1825), a cambio de sustanciosas mejoras en sus ya ventajosas relaciones comerciales. Portugal seguirá los pasos de Inglaterra, alentada por ésta y por la generosa indemnización que recibirán del nuevo imperio.

En 1831, Pedro volvió a Portugal para recuperar el trono que le había usurpado su hermano Miguel (Lisboa, Portugal, 1802-Karlsruhe, Alemania, 1866) a la muerte de Juan VI y entregarlo a su hija María (Río de Janeiro, Brasil, 1819-Lisboa, Portugal, 1853). Y en el trono brasileño le sucedió su hijo Pedro II (Río de Janeiro, Brasil, 1825-París, Francia, 1891).


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